El Tikún de Aharón

Basado en Shaar haGuilgulim, cap. 33:10-13 (Ediciones Reé)

En la kabalá, las almas no tienen un solo recorrido. Su camino está lleno de subidas y bajadas, aciertos y caídas, y, sobre todo, oportunidades de rectificación. El alma no termina su historia con una sola vida, sino que puede regresar, una y otra vez, en distintos cuerpos y con distintos fragmentos, hasta lograr su corrección total (tikún). Uno de los casos más complejos y reveladores que nos presenta el Shaar haGuilgulim es el del alma del Sumo Sacerdote Aharón, hermano de Moshé.

Aharón, el becerro de oro y el pecado no corregido

Aharón, aunque fue un líder espiritual y el primer gran sacerdote del pueblo de Israel, cometió un error gravísimo: participó en la fabricación del becerro de oro. La Kabalá nos dice que este pecado fue tan grave que su corrección no fue alcanzada en esa vida, ni siquiera con su muerte. Y aquí es donde empieza el viaje de su alma.

Lo interesante es que Aharón no actuó de la nada: él venía de una raíz espiritual muy antigua. Su alma provenía de Hével (Abel), el hijo de Adám haRishón (el primer hombre), aquel que fue asesinado por su hermano Caín. Pero dentro de esa raíz de Hével hay distintas “ramas”, distintas subdivisiones del alma. Aharón pertenecía a una de ellas, en la que también se encontraban personajes como Jur (el hijo de Miriam), Lot, y el rey Ajav, todos ellos conectados de alguna forma con esa chispa original de Hével.

En una vida anterior, Aharón fue Harán, el hermano de Avraham. Harán fue quien murió quemado en Ur Kasdim, porque dudó de su fe en Dios y solo creyó después de ver que su hermano Avraham había sobrevivido al fuego. En lugar de reparar el pecado de idolatría cometido por Adám (al haber dudado de las palabras de Hashem), Harán lo repitió. Por eso, volvió a reencarnarse, esta vez como Aharón.

Pero incluso como Aharón, repitió el error. Cuando el pueblo exigió un ídolo mientras Moshé estaba en el monte Sinaí, Aharón cedió a la presión y fabricó el becerro de oro. Aquí ocurrió algo clave: Jur, quien intentó detener a la multitud, fue asesinado, y Aharón no se ofreció en su lugar. Pensó que con la muerte de Jur era suficiente sacrificio. Sin embargo, este fue su gran error: no entregarse a la muerte para evitar un pecado colectivo, como debía haber hecho en su rol espiritual.

Las reencarnaciones posteriores: Jueces, Profetas y Sacerdotes

Para corregir ese grave fallo, el alma de Aharón siguió su recorrido por la historia del pueblo de Israel. Primero se reencarnó en Yabetz, un juez que cayó en otro error: hacer muchos votos innecesarios, algo delicado en la tradición judía. Por eso volvió como Tola, hijo de Pu’ah, otro juez. El nombre “Tola” (que significa “gusano”) es simbólico, indicando que su fuerza estaba en la boca, es decir, que su misión era corregir el mal uso de las palabras.

Aun así, Tola también cometió un fallo: no se desplazaba para juzgar al pueblo, como era costumbre entre los jueces, sino que se quedaba en una sola ciudad. Esto impedía que muchos israelitas accedieran a la justicia, porque debían viajar grandes distancias para ser escuchados. Este error, aunque menor comparado con los anteriores, también necesitaba reparación.

La siguiente reencarnación fue mucho más elevada: el alma de Aharón volvió como el profeta Shmuel (Samuel). A diferencia de Tola, Shmuel sí recorrió todo el país para juzgar al pueblo, y con ello corrigió el error anterior. Pero eso no fue todo: en Shmuel también estaban las almas de Nadav y Avihú, los hijos de Aharón que murieron por ofrecer un incienso extraño en el Tabernáculo.

La Kabalá explica que estas almas no vinieron como reencarnaciones completas, sino como un tipo de incorporación llamada ibur, donde las almas se adhieren temporalmente a la persona para ayudarla espiritualmente. Gracias a esto, Shmuel mereció alcanzar la profecía. Luego, cuando tuvo un hijo llamado Aviah, el alma de Avihú se reencarnó completamente en él, mientras que la de Nadav permaneció en Shmuel. Por eso, el nombre “Aviah” se asemeja a “Avihú”.

Más adelante, cuando Aviah hijo de Yorovam murió, se reveló algo especial: era una reencarnación de Shmuel, y por eso la Escritura dice que “todo Israel lo elogió”, como también se había dicho de Shmuel. El Midrash incluso agrega que de él saldría una chispa del Mashíaj ben Yosef, un aspecto mesiánico ligado a la redención parcial del pueblo.

El regreso final: Uriah y Zejariyahu

Pero la corrección aún no estaba completa. Aharón necesitaba pagar directamente con su vida por no haber sacrificado la suya en el incidente del becerro. Por eso, su alma regresó como el sacerdote Uriah, que fue asesinado por el rey Yehoyakim. Este acto fue una reparación directa. Sin embargo, junto con Aharón también se reencarnaron Nadav y Avihú en Uriah. Es decir, murieron con él, tal como ocurrió en su primera vida, por culpa de la falta de entrega de Aharón.

Y aún hubo otra reencarnación: Aharón volvió como el profeta Zejariyahu, compañero de Jagai y Malají. También aquí Nadav y Avihú estaban con él, compartiendo la misma alma. Es curioso que en la Escritura se mencione a “Uriah el sacerdote” pero a “Zejariyahu hijo de Yeberejiah”, y no se diga “sacerdote” en este último. Esto alude a una verdad más profunda: que Zejariyahu era, por así decirlo, el “hijo espiritual” de Uriah, así como Nadav y Avihú eran “hijos” de Aharón.

Por eso, ambos —Uriah y Zejariyahu— son llamados “testigos fieles”. Eran una sola alma dividida en dos aspectos: Aharón y sus hijos. Uriah hablaba de advertencias y juicio, mientras que Zejariyahu trajo mensajes de consuelo y esperanza, especialmente sobre la reconstrucción del Segundo Templo.

Este estudio está basado en las enseñanzas del Shaar HaGilgulim (La Puerta de las Reencarnaciones), escrito por el Arizal y recopilado por su discípulo Rabi Jaim Vital. Todo este proceso se explica en detalle en las páginas 67 y 68 de la edición en español publicada por Ediciones Reé.

Sumérgete en este viaje espiritual y sigue desentrañando los tesoros ocultos del Shaar HaGuilgulim. ¡Tu alma te lo agradecerá! 🌿📖

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