En los orígenes más profundos de la realidad, antes incluso de cualquier forma de existencia como la conocemos, solo había una Presencia infinita: la Luz del Infinito, o Ein Sof. Esta Luz es la fuente de todo lo que fue, es y será. Sin embargo, su grandeza no se limita a ser el origen, sino que trasciende toda comprensión humana, pues no posee forma, medida ni límite alguno.
Uno de los grandes desafíos del pensamiento cabalístico ha sido entender cómo puede emanar algo finito desde lo que es absolutamente infinito. Este es un tema que ha generado extensos debates y reflexiones entre los sabios a lo largo de las generaciones. Si el Ein Sof no tiene división ni separación, ¿cómo pueden surgir de Él estructuras ordenadas como los mundos y las sefirot?
Los sabios han ofrecido diversas imágenes para intentar describir la forma en que se disponen estas emanaciones espirituales conocidas como sefirot, que son los canales a través de los cuales fluye la luz divina hacia la creación. Algunos imaginaron estas emanaciones como una secuencia vertical, en la que cada nivel está por debajo del anterior, indicando un descenso gradual de la luz. Otros propusieron una disposición en tres líneas verticales paralelas —derecha, izquierda y centro—, cada una correspondiente a diferentes cualidades divinas como la sabiduría, el juicio y la misericordia. Finalmente, hay quienes describieron las sefirot como círculos concéntricos, en los que una rodea a la otra, sugiriendo una igualdad y unidad esencial entre ellas, a pesar de sus funciones distintas.
Estas distintas formas de representar la estructura de los mundos superiores no son meramente gráficas o simbólicas. Cada una responde a una necesidad espiritual y teórica distinta: algunas destacan la jerarquía y el flujo descendente de la luz; otras, la armonía entre cualidades opuestas; y otras, la idea de que todo en esencia permanece envuelto por la misma Luz Divina sin distinción.
Ahora bien, surge una gran pregunta: Si el Ein Sof es absolutamente uno, indivisible e igual en todas partes, ¿cómo puede haber diferencias entre una sefirá y otra? ¿Cómo puede haber “arriba” y “abajo”, “izquierda” y “derecha”, si estas son categorías que implican límites y formas, y por tanto, contradicen la naturaleza misma del Infinito?
La Cabalá enseña que la Luz del Ein Sof no sólo llena cada sefirá por dentro, sino que también las envuelve desde fuera. Esto significa que la presencia divina está igualmente presente en cada aspecto de la realidad espiritual. Así lo afirman los textos más profundos de la tradición, que señalan que no existe un “lugar” donde Dios esté más o menos presente, ni superior ni inferior, ni adelante ni detrás. Todo está igualmente envuelto por Su Ser.
Entonces, ¿cómo se explica que haya una estructura de mundos y sefirot, y que unas parezcan más elevadas que otras? La respuesta está en comprender que estas diferencias no provienen del Ein Sof en sí, sino de la manera en que las criaturas espirituales perciben y reciben Su Luz. La multiplicidad, el orden, las formas y las distinciones son resultado de la manera en que lo finito puede captar lo Infinito. Desde la perspectiva de la Divinidad, todo es uno; pero desde la perspectiva de las vasijas (los recipientes espirituales que reciben la Luz), surgen diferencias y jerarquías.
Esto nos conduce a una afirmación fundamental: todas las opiniones expresadas por los sabios en cuanto a la disposición de las sefirot son verdaderas. Cada una revela un ángulo distinto del proceso divino de creación. Hay momentos en la historia cósmica —como antes de ciertas correcciones espirituales— en que la disposición era en línea vertical, y otros en que se manifestó según la forma tripartita de líneas, cada una con su función. Y hay niveles aún más internos en los que todo aparece como círculos concéntricos, es decir, en completa unidad esencial.
Cada modelo refleja una etapa distinta del desarrollo espiritual de los mundos y sirve a una necesidad distinta dentro del plan de la creación. El estudio cabalístico no busca imponer una única forma de comprender estos misterios, sino más bien abrir la conciencia a una multiplicidad de perspectivas que, al unirse, revelan una imagen más completa y profunda del proceso divino.
En resumen, la emanación de los mundos no se puede comprender desde la lógica limitada de la experiencia humana. Se trata de una realidad paradójica en la que la unidad absoluta del Infinito da lugar a una estructura múltiple y jerárquica, no porque haya divisiones reales en Hashem, sino porque esa es la única forma en que lo finito puede acercarse a lo infinito. Y a medida que avanzamos en el conocimiento y la percepción espiritual, aprendemos a integrar todas estas visiones, reconociendo que la pluralidad de formas no contradice la unicidad esencial, sino que la revela desde distintas facetas.
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