El converso Rabí Akiva

Basado en Shaar HaGilgulim, Introducción 34:9–11

En los misteriosos caminos del alma descritos por el Arizal, se revela una dimensión profunda de la conversión espiritual, que no solo transforma a una persona en este mundo, sino que reactiva antiguos senderos del alma que se extienden por generaciones. En esta enseñanza cabalística se aborda uno de los temas más delicados y fascinantes: el origen de las almas de los conversos y el rol oculto de sabios como Rabí Akiva, Ben Azái y Abaye en su rectificación.

¿Qué es un “converso” desde la perspectiva del alma?

En términos comunes, una persona que se convierte al judaísmo adquiere una nueva alma. Pero en la Kabalá la religión no es el escenario principal, incluso enseña que este proceso no es más que una adopción de nuevas creencias, es una transformación profunda a nivel espiritual. Al “convertirse”, una persona regresa a su raíz, accede a una nueva dimensión de alma, una chispa que estaba esperando volver a su raíz santa.

Según lo que vemos en el shaar haguilgulim, existen dos niveles en el alma del converso:

  1. El alma que tenía como gentil, que en su origen se encontraba ligada a una dimensión espiritual llamada Klipat Nogá. Esta es una capa intermedia: no es completamente impura, ni completamente santa. A veces se adhiere a la luz y otras veces al lado oscuro. Por eso se dice que el converso, incluso después de su transformación, mantiene en su interior un pequeño vínculo con esta Klipá, como una memoria espiritual de su origen.
  2. El alma santa que recibe tras convertirse, que proviene de un lugar sagrado en el mundo de las almas más elevadas, en especial de Maljut, el nivel espiritual que conecta con la tierra y con la redención.

Por eso se dice que el converso es doblemente especial: por un lado, trae consigo el mérito de haber salido de la oscuridad hacia la luz, y por otro, recibe un alma completamente nueva que lo vincula al destino espiritual del pueblo de Israel.

“Los conversos son como la lepra para Israel” – ¿Qué significa esta frase?

Esta expresión, chocante a primera vista, tiene un profundo significado esotérico. No se trata de un juicio moral ni de un desprecio. El Arizal explica que esta frase alude al conflicto interno que puede darse en el converso. La antigua alma –la del gentil– no desaparece por completo, y aunque ahora se encuentra sometida a la luz del alma santa, puede influenciarla, incluso mínimamente, hacia el error.

Este conflicto interior se asemeja a la tzaraat (traducida como “lepra”), que en la Torá no era una enfermedad física, sino una manifestación externa de un desequilibrio espiritual. Así, se advierte sobre el cuidado que se debe tener con la sensibilidad espiritual del converso, que puede ser más propenso a ciertos desafíos internos.

Rabí Akiva: un alma de santidad que emergió de la oscuridad

Uno de los casos más extraordinarios es el de Rabí Akiva, quien hasta los 40 años fue un hombre completamente ajeno a la Torá. Incluso, se dice que despreciaba a los sabios y se burlaba de ellos. Esta actitud, lejos de ser una simple rebeldía, provenía –según el Arizal– de un estado espiritual anterior: su alma estaba cubierta por una Klipá que lo alejaba de la santidad.

Pero el alma de Rabí Akiva no era común. En realidad, era una chispa purísima, una Néfesh completamente santa, que había sido sumergida en lo más profundo de la impureza para ser rescatada. Su historia personal refleja esta transformación mística: de ignorancia y dureza, a convertirse en uno de los más grandes sabios de todos los tiempos.

Ben Azái y Rabí Akiva: Creadores de almas

Un dato poco conocido pero sumamente poderoso que revela el Shaar HaGilgulim es que tanto Rabí Akiva como Ben Azái fueron lo que se llama “creadores de almas”. A través de su estudio de la Torá y su abstención de relaciones conyugales durante ciertos periodos, se conectaban con niveles espirituales tan elevados que generaban almas nuevas. Estas almas eran destinadas a habitar en los cuerpos de los conversos.

¿Por qué ellos tenían esta capacidad especial? Porque sus raíces espirituales estaban vinculadas a los arquetipos de Kayín y Hével (Caín y Abel), que representan dos corrientes fundamentales en la historia del alma humana: juicio (Gevurá) y misericordia (Jésed). Mientras Rabí Akiva provenía del lado del juicio, Ben Azái lo hacía del lado de la misericordia. Por eso, incluso sin engendrar hijos biológicos, ambos engendraban almas espirituales a través de su conexión con la Torá.

La unión simbólica entre ellos se refleja en que Ben Azái se desposó con la hija de Rabí Akiva, y aunque no consumó la relación, según la Kabalá, a través del acto de los Kidushin (la consagración matrimonial), le transmitió un nivel del espíritu, conocido como “luz circundante”, que permaneció con ella para siempre.

Los sabios son como una “cáscara de ajo”

Otra expresión enigmática es la que atribuye a Ben Azái: que para él todos los sabios de Israel eran como una cáscara de ajo, excepto Rabí Akiva. A simple vista parecería arrogancia, pero el Arizal revela su sentido profundo.

En la anatomía espiritual del cuerpo humano, específicamente en el órgano de la procreación, hay dos canales: uno que da origen a la semilla santa, y otro que desecha la impureza. Entre ambos, hay una membrana delgada que se llama Klipat Nogá, simbolizada por la cáscara del ajo. Los sabios en general podían extraer almas del lado intermedio de la Nogá, pero no todos lograban llevarlas hasta el nivel más alto de santidad.

Ben Azái y Rabí Akiva, en cambio, tenían la capacidad de llevar estas almas más allá de la cáscara, directamente al dominio de la santidad pura. Por eso, la comparación no era para menospreciar, sino para indicar niveles ocultos de purificación del alma.

La calvicie de Rabí Akiva: un símbolo místico

Finalmente, el apodo de “calvo” que se le daba a Rabí Akiva no es una burla física, sino una alusión a su raíz espiritual. Al igual que los levitas, que se rapaban por completo como acto de purificación y canalización del juicio hacia la santidad, Rabí Akiva provenía del linaje espiritual de Kayín. Su “calvicie” simboliza haber eliminado todo rastro de juicio destructivo y haberlo transformado en bondad espiritual.

Abaye: el que transformó el juicio en alegría

Otro sabio mencionado en este fragmento es Abaye, quien también descendía espiritualmente de Kayín. Pero a diferencia de Rabí Akiva y Ben Azái, Abaye no se separó de su esposa, y aun así logró atraer almas a los conversos. ¿Cómo? Porque transformó internamente el juicio en jésed (misericordia), y ese proceso se expresó en forma de simjá (alegría). Por eso, él mismo decía que hablaba como Ben Azái solo cuando sentía una alegría especial. Esa alegría era el resultado de una elevación espiritual, donde la dureza del juicio había sido suavizada por el vino de la sabiduría interior.

Shaar HaGuilgulim, introducción 34, versos 9-11, según la traducción al español de Ediciones Reé, tomo 2, páginas 126-130.

Sumérgete en este viaje espiritual y sigue desentrañando los tesoros ocultos del Shaar HaGuilgulim. ¡Tu alma te lo agradecerá! 🌿📖

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