La Geometría de la Creación

La Kabalá enseña que antes de toda creación, todo lo que existía era la Luz Infinita (llamada Or Ein Sof), una luz sin límites, sin forma, sin dirección. Esta luz lo llenaba todo de manera total y absoluta. No había espacio, tiempo, ni ningún tipo de diferenciación. Sin embargo, para que pueda existir una creación, era necesario que se abriera un “espacio” en el cual lo finito pudiera surgir.

Este proceso se conoce como Tzimtzum, la “contracción” o “retirada” de la Luz Infinita en un punto central. Alrededor de este punto quedó un “espacio vacío”, donde no estaba presente la Luz directa del Ein Sof, y que serviría como escenario para la creación de los mundos.

La línea de luz: canal de influencia divina

Después del Tzimtzum, la Luz Infinita no volvió a llenar el vacío completamente. En cambio, una línea delgada de luz —conocida como Kav— se extendió desde el Ein Sof hacia el interior del espacio vacío. Esta línea es sumamente importante porque representa la única conexión entre el mundo finito y el Infinito. Es por medio de esta línea que se transmite toda la energía y la vitalidad a los mundos creados.

El hecho de que esta línea tenga un inicio, un trayecto y un final permite que dentro del espacio vacío existan nociones como “arriba” y “abajo”, “adelante” y “atrás”, es decir, que haya estructura, orden y direcciones. Si la Luz Infinita hubiera llenado el espacio de manera uniforme desde todos los lados, no existiría diferenciación, ni jerarquía, ni niveles de cercanía o lejanía respecto al Or Ein Sof.

¿Por qué hay principio y fin en las Sefirot?

Dado que la línea entra desde arriba y no toca el fondo del vacío (porque no está completamente adherida al Ein Sof en todos sus puntos), podemos decir que hay un “principio” —donde la luz entra— y un “final” —donde ya no llega directamente la luz. Esto origina la posibilidad de estructura: arriba y abajo, primero y último, lo más cercano a la fuente y lo más distante.

Si ambos extremos —arriba y abajo— recibieran la misma influencia infinita, serían indistinguibles, sin jerarquía ni diferencia alguna. Pero al existir un flujo medido y canalizado a través de una línea delgada, cada punto del espacio vacío recibe una cantidad diferente de luz, en intensidad y cualidad, creando así niveles y formas distintas.

La formación de círculos: la estructura concéntrica de las Sefirot

Cuando esta línea de luz empezó a extenderse dentro del vacío, no lo hizo de golpe ni directamente hacia abajo. En lugar de ello, fue manifestándose de forma muy lenta y sutil. El primer efecto de la expansión fue la creación de una forma circular, como un anillo de luz. Este círculo es el primero de una serie de esferas concéntricas que representan las primeras manifestaciones de la divinidad.

Estos círculos no están directamente unidos al Ein Sof, aunque están muy próximos. ¿Por qué? Porque si lo estuvieran, se fundirían nuevamente con la Luz Infinita y perderían su identidad como “creaciones”. Permanecerían anulados dentro de la luz absoluta y no serían capaces de revelar nada distinto o limitado.

Es importante señalar que la única conexión entre estas esferas y el Ein Sof es la línea delgada mencionada. Esta línea penetra cada uno de estos círculos y les transmite energía, pero lo hace de forma limitada, precisa y controlada. Esto es lo que da origen a las Sefirot, las diez manifestaciones divinas fundamentales.

La creación de las diez Sefirot de Adám Kadmón

La primera esfera creada, más cercana al Ein Sof, es llamada Kéter de Adám Kadmón, el principio supremo. Luego la línea sigue extendiéndose, formando un segundo círculo dentro del primero, llamado Jojmá (sabiduría). Posteriormente se forma un tercero, llamado Biná (entendimiento), y así sucesivamente hasta que se forman diez círculos, que corresponden a las diez Sefirot: Kéter, Jojmá, Biná, Jesed, Guevurá, Tiféret, Netzaj, Hod, Yesod y Maljut.

Cada uno de estos círculos representa una cualidad o atributo distinto con su propio nivel de proximidad al Ein Sof. Estas Sefirot circulares abarcan todo el espectro de la manifestación, desde lo más elevado hasta lo más bajo. A este conjunto se lo conoce como el sistema de círculos concéntricos, y representa la forma más general y abstracta de la creación.

La multiplicación infinita de mundos y niveles

Este modelo no ocurre una sola vez. Cada mundo espiritual creado tiene también sus propias diez Sefirot. Y cada una de estas Sefirot, a su vez, contiene otras diez dentro de sí. Este proceso de subdivisión continúa hasta el infinito, generando una estructura que recuerda a las capas de una cebolla, donde cada nivel contiene otros niveles más internos.

Todo este sistema —de círculos dentro de círculos— está contenido dentro del espacio vacío, y todo está sostenido por la misma línea delgada que se extiende desde el Ein Sof. Esta línea es el canal de transmisión, el vínculo vivo entre lo infinito y lo finito.

El segundo modelo: las Sefirot en forma de líneas

Después de explicar el sistema circular, el Etz Jaím introduce una segunda forma de representar las Sefirot: como líneas rectas que descienden verticalmente desde lo alto hasta lo más bajo. Esta figura se asemeja a la forma de un ser humano de pie, compuesto de tres líneas principales: derecha, izquierda y centro.

  • La línea derecha representa la Jésed (bondad, expansión).
  • La línea izquierda representa la Guevurá (restricción, juicio).
  • La línea central representa la armonización entre ambas: Tiféret (belleza, equilibrio).

Este modelo es conocido como el Tzélem Elohim, la “imagen de Dios”, mencionada en el versículo bíblico: “Y creó Elohim al hombre a Su imagen” (Bereshit/Génesis 1:27). Esta imagen hace alusión a la estructura espiritual del hombre, que es reflejo de las Sefirot en forma lineal.

Cada una de las diez Sefirot en este modelo está organizada como parte del cuerpo de este hombre espiritual: cabeza, brazos, corazón, piernas, etc., y todas se ramifican infinitamente como en el modelo circular. Pero aquí el enfoque es distinto: mientras el sistema circular representa lo inclusivo, lo envolvente, el sistema lineal representa lo directo, lo activo y lo dinámico.

La armonía entre los dos modelos

Ambos modelos —el circular y el lineal— no se contradicen, sino que se complementan. Cada uno representa una perspectiva distinta sobre la misma realidad divina. El sistema de círculos muestra cómo la divinidad envuelve a las criaturas de manera equitativa, mientras que el sistema lineal revela cómo la energía divina fluye y se transmite jerárquicamente.

Por eso, muchas aparentes contradicciones entre los textos cabalísticos sobre la ubicación o el orden de las Sefirot se resuelven entendiendo que hay dos formas de observar la misma estructura. Como dice el texto, ambas perspectivas son palabras del Dios viviente.

Etz Jaím, R. Jaim Vital, Portón 1 “Adám Kadmón”, Rama 2, versos 13-21. Traducción al español de Ediciones Reé, págs. 256-261.

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