La lámpara de Hashem

Fragmento de la Introducción del Rab Jaím Vital al Etz Jaím

En la introducción del Rab Jaím Vital al Etz Jaím, párrafo 40 y 41 se destaca que el propósito del ser humano es estudiar la sabiduría de la Kabalá, lo cual implica conocer los secretos de la Torá. Para lograr esto, es esencial que primero se purifique el cuerpo mediante la observancia de los mandamientos, que actúan como un medio para preparar al alma. Cuando el cuerpo está limpio, el alma, que se describe como “la lámpara de Hashem”, puede iluminar el cuerpo y permitir la comprensión de profundidades espirituales, de este modo, la luz del conocimiento fluye adecuadamente en él.

También se menciona que aquellos que se esfuerzan por adquirir esta sabiduría serán recompensados en el Mundo Venidero, accediendo a doce puertas de conocimiento superior. En contraste, quienes no buscan la sabiduría, a pesar de haber realizado buenas acciones, serán rechazados en el más allá. Además, se enfatiza la necesidad de conocer el propósito de la propia alma y su conexión con lo divino, sugiriendo que el entendimiento de estas verdades es esencial para la vida y el juicio ante el Rey de todo. Así está escrito:

Además, el ser humano no fue creado sino para estudiar la sabiduría de la Kabalá. Sin embargo, primero debe tener su cuerpo limpio mediante los mandamientos prácticos, cuya finalidad es precisamente esto; y estos son necesarios en todo caso. Después de esto, el alma, que se llama “la lámpara de Hashem”, el alma del hombre, puede iluminar este cuerpo como una lámpara colocada dentro de una linterna de vidrio, iluminando y dándole el poder para entender los secretos de la Torá y revelando profundidades desde la oscuridad. Y este es el secreto de lo que dice el versículo: “Los mandamientos de Hashem son puros, iluminan los ojos”, es decir, comprender los secretos de la Torá a través de ellos, que son el propósito final de todo, como se menciona en el Zóhar, en el Cantar de los Cantares, sobre el versículo: “Dime, tú a quien ama mi alma”.

Son dignos de mérito todos aquellos que se esfuerzan por conocer la sabiduría de su Señor, y que conocen y contemplan los secretos superiores. Cuando un ser humano sale de este mundo, todos los juicios de este mundo se apartan de él, y no solo eso, sino que le son otorgadas doce puertas de la sabiduría de la verdad, sobre las cuales toda sabiduría superior depende y puede acceder a la que guste. Además, el Santo, bendito sea, le ha grabado en esa túnica los rostros de todos los seres, tanto de este Mundo como del Mundo Venidero, y el Santo, bendito sea, se regocija con él en el Jardín del Edén. Y guarda dos mundos, Este Mundo y el Venidero.

La sabiduría que el ser humano debe conocer y contemplar, para conocer los secretos de su Señor, es para sí mismo, para conocer quién es, cómo es, y cómo está arreglado su cuerpo, y cómo está preparado para comparecer en el juicio ante el Rey de todo. Y para conocer y entender los secretos de las almas, ¿quién es esa alma que está aquí, y de dónde proviene, y por qué vino a este cuerpo corrupto, que hoy está aquí y mañana en su tumba? También para conocer y entender este mundo en el que está y por qué se perfecciona, y después, los secretos superiores para comprender a su Señor.

Todo hombre debe observar todo desde la luz de la Torá. Ven y ve, todo aquel que va al Mundo Venidero sin conocimiento, aunque en él haya muchas buenas acciones, se le retiran de él todas las puertas de ese mundo. Ven y ve lo que está escrito: “Si no sabes tú, la más bella de las mujeres”, es decir, si vienes sin conocimiento, y no has mirado en la sabiduría, hasta que llegues aquí, y no conoces los secretos del mundo superior, aunque tú seas la más bella de las mujeres, en mandamientos y buenas acciones, no eres digna de entrar aquí, sal de aquí…

También en la Parashá de Pekudéy, página 247a, está escrito:

“Esta santa criatura viviente está preparada, y cuando el alma se eleva y la alcanza, le pregunta al alma el secreto de la Sabiduría de su Maestro. Se le da lo que le corresponde según la Sabiduría que ha buscado y adquirido. Si esa alma hubiera podido obtener la Sabiduría pero no lo hizo, es rechazada afuera. No entra, sino que permanece bajo esa cámara avergonzada. Cuando los Serafines bajo la criatura viviente levantan sus alas y las baten, queman al alma. Arde y no arde, existe y no existe, brilla y no brilla. Así es como es sentenciada cada día, aunque haya hecho buenas obras. Pues no hay mayor recompensa en ese mundo que la de quienes se esforzaron por alcanzar la sabiduría, contemplar el esplendor de su Señor. No hay límite a la recompensa para los iniciados en la Sabiduría de contemplar el esplendor de su Señor.”

No hay duda de que, a primera vista, uno se asombra al ver lo que está escrito anteriormente en los dos dichos, que aunque una persona tenga muchas buenas acciones, lo expulsan de todas las puertas de ese mundo y lo condenan cada día. Sin embargo, el sabio que reflexionará sobre las palabras de Rabán Yojanán ben Zakkai, el maestro de los Tanaim, el señor de la Mishná, que fue visto llorando en el momento de su muerte, que respondió que tenía ante él dos caminos y no sabía por cuál de ellos lo llevarían.

Breve análisis

1. Propósito de la Creación Humana y el Estudio de la Kabalá

El texto comienza afirmando que el ser humano fue creado con el propósito central de estudiar la sabiduría de la Kabalá. Esto significa que el verdadero objetivo de la vida humana, desde la perspectiva kabalística, es profundizar en el conocimiento espiritual y místico que se encuentra en los secretos de la Torá. Sin embargo, hay un requisito previo: el cuerpo debe estar “limpio”, es decir, purificado a través del cumplimiento de los mandamientos prácticos (mitzvot).

Mandamientos prácticos: Estas son las acciones rituales y éticas que regulan la vida diaria en el judaísmo, como guardar el Shabat, la alimentación kosher, y actos de bondad. La función de estos mandamientos es purificar el cuerpo para que esté en condiciones de recibir la iluminación espiritual.

2. La Metáfora de la Lámpara

Rab Jaím Vital utiliza la metáfora de una lámpara colocada dentro de una linterna de vidrio para describir cómo el alma, llamada “la lámpara de Hashem”, ilumina el cuerpo del ser humano. Esto refleja cómo la luz espiritual (el alma) es lo que da vida y claridad al cuerpo físico. Una vez que el cuerpo ha sido purificado por los mandamientos, puede recibir esta luz y, como resultado, el ser humano está en condiciones de comprender los secretos de la Torá. Este proceso de revelación de los misterios espirituales se describe como “profundidades desde la oscuridad”, lo que sugiere que el estudio de la Kabalá ilumina áreas de conocimiento oculto o inaccesible sin la preparación adecuada.

El versículo citado: “Los mandamientos de Hashem son puros, iluminan los ojos” (Salmos 19:9), refuerza esta idea de que los mandamientos no son solo acciones externas, sino que, en última instancia, tienen un impacto en la capacidad de percepción espiritual, permitiendo una comprensión más profunda de la realidad y los secretos de la Torá.

3. El Merito de Estudiar Sabiduría Espiritual

El texto enfatiza que aquellos que se esfuerzan por conocer la sabiduría de Hashem, es decir, los secretos superiores del mundo y de la Torá, son dignos de mérito. Este conocimiento profundo de los “secretos superiores” es lo que permite a una persona trascender los juicios de este mundo después de la muerte. Aquí se introduce el concepto de recompensa en el Mundo Venidero (Olam HaBa), donde se abren “doce puertas de sabiduría” a quienes han alcanzado este conocimiento.

4. La Recompensa en el Mundo Venidero

El Rab Jaím Vital describe que, al entrar en el Mundo Venidero, aquellos que han adquirido la sabiduría superior tienen acceso a una multitud de conocimientos, cada uno representado por una puerta. Esto sugiere que el acceso al conocimiento divino es ilimitado en el otro mundo, pero solo para aquellos que se han esforzado en comprender los secretos espirituales durante su vida.

También se describe que a estas personas se les otorga una “túnica” en la que están grabados los rostros de todos los seres, tanto de este mundo como del mundo por venir. Esta imagen evoca la idea de que el conocimiento adquirido en este mundo prepara al alma para una comprensión total en el más allá, donde todo lo oculto se revela. Además, se menciona que el Santo, bendito sea, se regocija con el alma en el Jardín del Edén, lo que refuerza la idea de que el conocimiento y la contemplación de los secretos divinos son las mayores fuentes de regocijo para el alma.

5. El Conocimiento como Espejo del Alma

El texto continúa diciendo que es crucial que el ser humano conozca y contemple para saber “quién es, cómo es y cómo está arreglado su cuerpo”. Este conocimiento personal no es superficial, sino una introspección profunda sobre la estructura de su ser y su propósito en este mundo. Además, debe entender “los secretos de las almas”, lo que implica una exploración del origen y destino de su propia alma.

Aquí, se menciona una de las preguntas esenciales de la Kabalá: ¿Por qué el alma desciende a este cuerpo corrupto? En la enseñanza cabalística, el cuerpo físico es temporal y corruptible, pero el alma es eterna y pura. Este descenso tiene un propósito, que es la perfección del alma y del mundo, pero solo se puede entender completamente al estudiar los secretos espirituales.

6. El Conocimiento del Mundo y los Secretos Superiores

Además del conocimiento sobre sí mismo y su alma, el ser humano también debe comprender este mundo y cómo se perfecciona. Esto se refiere a la idea cabalística de Tikkun Olam (la reparación del mundo), en la que las acciones humanas tienen un impacto en la corrección del mundo físico y espiritual.

Después de comprender su propia existencia y el propósito de este mundo, el ser humano está preparado para conocer los “secretos superiores”, que incluyen los misterios de Hashem y la creación en su totalidad.

7. Advertencia sobre la Ignorancia en el Mundo Venidero

Rab Jaím Vital advierte que quien entra en el Mundo Venidero sin conocimiento, aunque tenga muchas buenas acciones, no tendrá acceso a las puertas de ese mundo. Esto es crucial: el texto señala que las buenas acciones, aunque importantes, no son suficientes para acceder a los niveles más altos del conocimiento divino. Sin la sabiduría, la persona queda excluida de estas puertas de conocimiento en el más allá.

El versículo “Si no sabes tú, la más bella de las mujeres” (Cantar de los Cantares 1:8) es interpretado aquí como una advertencia: aunque alguien haya acumulado buenas acciones (representado por la belleza), si no ha adquirido sabiduría y conocimiento espiritual, no podrá entrar en los niveles más profundos del mundo espiritual.

8. La Sabiduría es la Mayor Recompensa

En el texto se cita al Zóhar, específicamente en la Parashá de Pekudéy, que explica el destino de las almas que no buscan la sabiduría durante su vida. Estas almas, aunque hayan realizado buenas obras, son rechazadas en el más allá si no han adquirido el conocimiento espiritual. El castigo descrito es muy poético: las almas son quemadas simbólicamente por los Serafines, criaturas angélicas de gran poder. No es una quema física, sino una quema de la existencia y la percepción espiritual.

Finalmente, el texto concluye que no hay mayor recompensa que la de aquellos que se esforzaron por alcanzar la sabiduría. La contemplación del esplendor de Hashem es la recompensa suprema, y aquellos que profundizan en los secretos de la Kabalá reciben una recompensa ilimitada.

9. La Reflexión de Rabán Yojanán ben Zakkai

Para enfatizar la importancia de la sabiduría, se menciona a Rabán Yojanán ben Zakkai, un gran sabio de la Mishná, quien, al momento de su muerte, expresó temor por no saber cuál sería su destino. A pesar de ser un gran sabio y justo, su incertidumbre demuestra que incluso las personas más justas deben reflexionar constantemente sobre su nivel de conocimiento y preparación espiritual.

En resumen, el Rab Jaím Vital, en este fragmento, enseña que el estudio de la Kabalá es el propósito esencial de la vida humana. Sin embargo, para alcanzar los secretos superiores, primero es necesario purificar el cuerpo a través de los mandamientos. El alma, una vez iluminada por la sabiduría, es capaz de entender los misterios de la Torá. Las buenas acciones son importantes, pero sin conocimiento espiritual, una persona no puede acceder a los niveles más altos de recompensa en el Mundo Venidero. La verdadera recompensa se encuentra en la sabiduría y en la contemplación del esplendor divino.

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