Parashá Kedoshim: La santidad cotidiana

“Honrar, cuidar y amar es reconocer lo divino en el otro y elevar el alma hacia lo alto.”


La Parashá Kedoshim comienza con una declaración tan poderosa como desafiante: “Santos serán, porque santo soy Yo, HaShem, vuestro Dios”. ¿Pero qué significa realmente ser “santos”? En la visión de los sabios de la Kabalá, esta no es solo una llamada a la pureza moral o a la separación de lo mundano, sino una invitación a vivir con conciencia de lo divino en cada acción.

Según la tradición mística desarrollada por el Arizal, esta sección de la Torá es un mapa espiritual que nos muestra cómo las acciones humanas cotidianas repercuten en los mundos superiores. A través de los mandamientos que aparecen en Kedoshim —honrar a los padres, cuidar el Shabat, evitar el chisme, no permanecer indiferentes ante el sufrimiento del prójimo— se revelan canales profundos de conexión entre el alma humana y las sefirot del Árbol de la Vida.

El mandamiento de temer (respetar profundamente) a los padres, por ejemplo, no solo expresa gratitud hacia quienes nos dieron la vida. Desde una perspectiva cabalística, nuestros padres son los canales a través de los cuales nuestra alma descendió al mundo físico. Honrarlos —especialmente en Shabat, cuando las puertas del cielo están más abiertas— tiene un efecto directo en las raíces espirituales de nuestras almas. Cuando alguien revela nuevas enseñanzas de Torá en Shabat, no solo se eleva a sí mismo, sino que honra también a sus padres en el Mundo Venidero, conectándolos con luces espirituales que les traen elevación y reparación.

Por eso, la Torá une en esta parashá el mandamiento de respetar a los padres con el de observar el Shabat. Ambos actos, cuando se viven con intención y profundidad, tienen el poder de armonizar los mundos superiores con nuestra realidad terrenal.

Más adelante, la parashá dice: “No irás como chismoso entre tu pueblo; no te quedarás inmóvil ante la sangre de tu prójimo. Yo soy HaShem.” En el lenguaje de la Kabalá, esto no es solo una advertencia ética, sino una descripción del daño espiritual que se causa cuando se habla mal de otro o se ignora su sufrimiento. Cada alma humana es un reflejo de la imagen divina. Dañar a esa imagen —ya sea con palabras, indiferencia o acción— es, en realidad, un daño directo a la Presencia Divina (Shejiná).

Cuando uno habla mal del prójimo, disminuye la “forma” del Altísimo que reside en él. Y cuando permanece pasivo ante el sufrimiento del otro, es como si ignorara el clamor de la Divinidad misma. Es por eso que el versículo cierra con la frase: “Yo soy HaShem” —como diciendo: “Ese otro al que dañas o ignoras… soy Yo”.

Y así llegamos a uno de los principios más fundamentales de toda la Torá: “Amarás a tu prójimo como a ti mismo. Yo soy HaShem.” En la visión del Arizal, amar al prójimo no es solo una actitud moral, sino un acto de unificación espiritual. Significa reconocer que el otro, en su esencia, comparte la misma chispa divina que tú. Significa amar no solo su personalidad, sino su alma, que es parte del “Amigo Superior”, como se le llama al Santo, Bendito Sea.

En resumen, la Parashá Kedoshim, leída a la luz de la Kabalá luriánica, nos enseña que la santidad no es algo reservado para lo extraordinario. Ser “kadosh” es vivir con conciencia, amar con profundidad, respetar a nuestros padres como canales del alma, elevarnos cada Shabat con el estudio, y cuidar el alma de cada persona como si cuidáramos un fragmento del Infinito.

Este análisis es solo una muestra de la riqueza que se encuentra en cada Parashá a lo largo del año. Cada sección del Shaar haPesukim ofrece una profundización en estos conceptos, explorando cómo se aplican a las diferentes Parashot semanales y muchas más ideas en el estudio profundo de la Torá. Si deseas adentrarte aún más en estos temas y descubrir cómo cada porción de la Torá revela nuevas dimensiones de entendimiento y conexión, te invitamos a explorar el libro completo. 

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